Ni gota. De lluvia, lo que se dice ni gota. Nada nuevo, porque hace unos años también conocimos aperturas de este calado. Lo de este año se está saliendo de madre: no ha llovido, y hace un calor poco frecuente a estas alturas del año. ¿Y la caza qué tal?

Cada cual contará la feria según le haya ido. Aunque nos tememos que a la mayoría no le apetezca  dar noticia de su jornada cinegética. Como es de rigor y mandan los cánones, nosotros los escribas, que además cazamos, tenemos que dar señal y fe de lo que hemos hecho. ¿Y qué hemos hecho? Nada, lo que se dice nada.

Lo que queremos los cazadores es estar en el campo, y allá que vamos, aunque nos abrase el chajuán o caigan chuzos de punta. Todo tiene su límite, y más a esta provecta edad, lejos ya de aquellas vehemencias juveniles.

¿Sudar por cada pelo un goterón a las nueve de la mañana?  Pues eso, a las ocho apenas nos iluminaba la luz del orto y al momento Febo ardiente y saliente  con unas ínfulas que hay que ver. La escopeta al hombro, la tierra seca como el sagel, la caza ausente y los ánimos a ras de suelo.

¿Vieron la liebre? ¿Levantaron el bando de perdigochas? Pues que sea enhorabuena. Nosotros ni lo uno ni lo otro. Una buena zurra para las piernas y la espalda, bajo la mochila, hecha un charco de sudor. En fin, que cambien las tornas y se puede salir al monte a inhalar los efluvios frescos del otoño; porque lo que es así, una verdadera penuria. Al mal tiempo (la sequía, el calor) buena cara.