La caza es más que una tradición para muchos; es una forma de vida, un legado que se pasa de generación en generación. Para Lucía, una joven apasionada de la caza mayor, este arte es un vínculo profundo con su familia y una vía para conectar con la naturaleza. Su reciente experiencia en un rececho nocturno de jabalí ha marcado un hito en su trayectoria cinegética, brindándole emociones y aprendizajes inolvidables.

Una Oportunidad Inesperada

En la Feria de la Caza (FECIEX), Lucía participó en las jornadas I+DXT que la Federación Extremeña de Caza desarrollaba en una competición de la modalidad de field target, y obtuvo un premio muy especial: un rececho nocturno de jabalí, cortesía de la orgánica ESPACAZA, la cual brindó una colaboración a FEDEXCAZA. Para alguien que nunca había cazado de noche, la oportunidad era tan emocionante como intimidante.

La cita fue el 18 de mayo, en una madrugada que prometía ser diferente a todas las anteriores. Lucía, aunque entusiasta, no podía evitar cierto nerviosismo por cazar en la oscuridad, una experiencia completamente nueva para ella. Afortunadamente, un buen amigo la acompañó para darle apoyo y tranquilidad.

Llegaron a la finca, un terreno extenso y desconocido, ideal para el rececho. La preparación fue meticulosa; caminaron largo rato, haciendo tres entradas iniciales sin éxito. La paciencia y el conocimiento del terreno eran cruciales, y aunque frustrante, cada paso fallido aumentaba su anticipación.

Finalmente, llegaron a una zona donde se encontraba una gran piara de jabalíes. Las instrucciones del guía eran claras: había que moverse con cautela y precisión. Lucía, acostumbrada a la caza mayor pero nunca bajo la luz tenue de la luna, sintió cómo sus sentidos se agudizaban en la oscuridad. Sin linterna, confiaba en la luz natural y en la experiencia adquirida para llevar a cabo su primera caza nocturna.

“Veía sorprendentemente bien,” nos cuenta Lucía, “mis ojos se adaptaron a la noche de una manera que nunca imaginé.” Sin embargo, la tensión era palpable. “Estaba súper nerviosa porque no estaba segura al no haber tirado de noche y no ver lo suficiente.”

 

 

El lance llegó. Frente a ella, un grupo de unos treinta jabalíes se movía en la penumbra. Lucía eligió su objetivo, respiró hondo y disparó. “Mi jabalí se desvió un poco del grupo, pero el momento fue de pura emoción. Tenía los pelos de punta, la adrenalina corría por mi cuerpo,” describe con entusiasmo. El resultado fue un jabalí de 97,975 puntos, rozando la categoría de bronce según el taxidermista que lo evaluó.

Para Lucía, este jabalí no era solo una pieza, sino que se convirtió en el “guarro de mis sueños,” como ella misma lo describe. Su primera boca y su primer rececho nocturno se convirtieron en una experiencia que recordará para siempre. “El rececho fue tradicional, a la antigua, con todos los valores que mi familia siempre me inculcó sobre la caza: respeto por el animal y la naturaleza, y la paciencia necesaria para esperar el momento adecuado” nos cuenta Lucía. Su padre, además de ser orgánico, dirige un catering que promueve la carne de caza, y tanto él como su hermano han sido figuras fundamentales en su formación cinegética. “La caza es la principal forma de evadirme, me hace olvidarme de todo, es una forma de vida, es trabajo en mi casa, he conocido a muchísimas personas gracias a la caza,” comparte Lucía.

La joven cazadora ha podido disfrutar de esta experiencia gracias a la oportunidad única que la Federación Extremeña de Caza le ha brindado. Se lleva consigo un bonito recuerdo, los conocimientos adquiridos y que ha reforzado su pasión por la caza, abriendo nuevos horizontes en su trayectoria cinegética.