Juan Antonio Sarasketa. Presidente de ADECAP y presidente de Honor de la Oficina Nacional de la Caza, la Conservación y el Desarrollo Rural

Siempre se le ha dado a las armas un cierto grado de peligrosidad y misterio por aquello de su poder letal. Dos son los factores que motivan más accidentes: disparar sin identificar bien la pieza y los rebotes.

De los que disparan al ruido poco se puede hacer, excepto aconsejarles que se queden en casa. En cuanto a los rebotes conviene tener presente algunas recomendaciones.

Un rebote se produce según el ángulo mayor o menor del impacto sobre determinados cuerpos (hierro, madera, agua, tierra,…) y deja de producirse cuando dicho ángulo supera determinado límite, porque el proyectil penetra en el cuerpo impactado. El ángulo de rebote es absolutamente variable según diversos factores y puede producir fenómenos sorprendentes en función de la velocidad, la dureza de la madera en caso de impactar contra un árbol, la forma de proyectil y el ángulo de impacto.

Curiosamente, cuando una bala de escopeta pierde su velocidad -150 metros por segundo- es cuando más peligro puede provocar si impacta en un árbol con un ángulo determinado. Está demostrado que a una velocidad de 150m/sg con una inclinación de 60 grados, una bala de escopeta adquiere una desviación de 100 grados.

Estas mismas consideraciones explican la razón de que las balas de rifle, cuya velocidad de partida puede superar los 1.000 metros por segundo, sufran pequeñas desviaciones por rebotes a distancias limitadas si bien tienen el inconveniente de su gran alcance.